Relatos
de Antaño consiste en recoger las historias que nos contéis
y que ocurrieron en el pueblo en alguna época, gloriosa o no. Queremos
relatos cortos que sean divertidos o tristes, agradables o desgarradores,
pero que sean cortos. Para daros una idea, os contamos lo que ocurrió hace
casi veinte años en un melonar de la Sierra de la Breña. También
un pequeño pedete lúcido perpetrado por unos adolescentes Despuós
de tanto tiempo, creo que se puede hablar abiertamente del tema. Garzón
no puede perseguir a sus autores porque los hechos han prescrito. Esperamos
vuestros envíos, preferentemente por e-mail.
El melonar por Masgüelesmart
Ibamos tres: Mi primo R.C., S.I. y yo. Buscábamos un
postre. La tarde comenzaba a caer en el alcornocal, y nos hacía falta algo
dulce para digerir una barbacoa tan copiosa como la de aquel soleado día
del bollo. Desgraciadamente, los melones no están maduros en esa época,
y nos hizo falta abrirlos todos, uno a uno, para llegar a esa conclusión.
Por si no lo sabíais, destrozar un melonar lleva su tiempo. No es algo que
se hace deprisa y corriendo, aunque sí es cierto que se improvisa.
Es necesario organizarse ordenadamente y montar una cadena humana que funcione.
S.I. en la selección, el menda como transporte, y R.C.
en la cata. Puede que R.C. tuviese el paladar un poco jodido ese día,
y que fuera ésa precisamente la razón de que no encontrase ningun
melón de su gusto. El caso es que era de esperar que la operación
fuera descubierta. Ni siquiera el Pentágono o el FBI hubiesen podido
destruir un melonar de aquellas dimensiones sin llamar la atención.
De vuelta al pueblo, todo el mundo estaba al corriente de nuestra hazaña.
Incluso la Guardia Civil había previsto un recibimiento muy especial
que había preparado minuciosamente con la complicidad de nuestros padres.
Por lo visto, éramos jóvenes, y existían circunstancias
atenuantes. No hubo violencia física. La única condena familiar
fue la de recibir una fuerte reprimenda sentados sobre el rollo.
Y allí estábamos nosotros, inconscientes de nuestra lobá,
allí donde en otro tiempo se colgara a ladrones y asesinos, sentados,
con la impresión de que el mundo se nos venía encima. Ese melonar no
dió nunca tanto dinero a su propietaria como en aquella primavera, eso os
lo aseguro. La multa fue dividida en partes iguales entre las familias, lo
que aun hoy encuentro injusto; a fin de cuentas, yo no tuve la suerte de reventar
ni un solo melón contra el cancho
aquel, y ni siquiera pude elegir una sola vez al desgraciado que iba a ser sacrificado minutos después.
Como dije, mi actividad se limitó al transporte de mercancías.
El
Calimocho por Jotaefesebástian
Resulta que hace algunos años, los más jóvenes nos divertíamos de muchas formas.
Una de ellas era jugar a los bolindres,
otra al fútbol, la maya, el bote
u otro juego más o menos burros. Llegó el día en que los miembros de mi pequeña pandilla de amiguetes,
los mismos que íbamos a fumarnos celtas cortos sin boquilla detrás del depósito,
decidimos que era hora de tomar el relevo a las generaciones que nos precedían,
y nos dispusimos a cogernos nuestro primer pedo de calimocho.
Se nos ocurrió por tanto hacer el calimocho en un bombo de 16 litros. La receta
la conformaban tres cuartas partes de coca cola y una de vino peleón. Este
lo conseguí yo de unas garrafas que tenía mi abuelo en un desván que casi
quemamos en uno de nuestros experimentos con alcohol, pero esa es otra historia.
Ya estaba todo, pero nos faltaba algo, en definitiva, recipientes para libar
el preciado líquido. Un cazo. No, un cazo no, resulta que el bombo no tenía
la abertura suficiente para que cupiera. Unos vasos. Sí, unos vasos. Pero
no, cómo íbamos a llenarlos, levantando a pulso un bombo de 16 kilos para
llenar un sucio y pequeño vaso de plástico. No, no era la solución. La solución
fue que R.I. apareció con un manguito de un Renault 6 con un perímetro
similar a una moneda de 500 pesetas. No hizo falta ni votar, a falta de pan,
buenas son tortas.
Y así marchamos al camino viejo de la Ermita, detrás del primer recodo del
camino, allí juntitos los seis. S.I, A.S, R.I, J.M.,
M.P. y yo. Allí, como en un encuentro ritual estaban los guerreros
más jóvenes de la tribu, preparándose para su bautismo de fuerza. Cuando empezamos
a succionar del bombo con aquel inmenso manguito nos dimos cuenta del trabajo
que suponía que el líquido elemento llegase a nuestra boca. Así cuando estaba
uno harto de succionar, notabas que el calimocho se estrellaba en el paladar
y al saber lo difícil de la operación y lo que tardaban las rondas, nos inundábamos
hasta ahogarnos.
La velada continuó hasta apurar medio bombo, no pudimos con más. Simplemente
casi no éramos capaces de andar. Nos equivocamos de camino y nos metimos campo
a través. La noche era muy cerrada y nos distinguíamos por las camisetas de
color claro que llevábamos en aquella noche de verano. Pronto nos encontramos
con un pinar. Entre risas y alboroto no nos dimos cuenta de que la pendiente
del pinar se iba acentuando. Empezamos a rodar todos casi al unísono. Por
un momento las risas y las torpes pisadas de aquel grupo de borrachos se interrumpieron
y todo dio paso a los sordos zarzalaleos de opacos cuerpos rodando colina
abajo. Todo ocurrió en un santiamén. Los seis aparecimos panza arriba en la
carretera vieja. Solamente fue un susto que nos dejó continuar con nuestro
periplo hacia la plaza de abajo.
J.M. cayó redondito en unos zarzales, S.I. y yo le sacamos.
M.P. cagó en la cuneta enfrente del depósito, luego volvió a repetir
en la plaza de arriba, justo al ladito del caño, dentro de una maceta que
tenía una señora con unas flores muy bonitas. J.M. vomitó
dos veces y yo una. R.I. fue el único que no dijo ni pío, pero era
por el pedo que llevaba, es de los que no les salen las palabras. En definitiva
aquel fue nuestro bautismo y debo decir que desde entonces no pruebo el calimocho,
es más, me da náuseas. Es de las pocas cosas que aborrezco.
Y esto ha sido todo, próximamente contaré cómo nos pillaron a R.C.
y a mí fumando una cajetilla de Sombra, o cómo, junto con mi prima R.S.,
llené una habitación enterita, de mierda de las extraseras.